Sunday, August 27, 2006

EL DISCURSO DEL MÉTODO (Completo)







Síntesis
Segunda Parte

El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.

El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.

El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.

Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.


Tercera Parte

Por la primera debía obedecer las leyes y costumbres de mi país, conservando la religión en la cual Dios me ha concedido la gracia de ser instruido desde la infancia, rigiéndome en cualquier otra cuestión por las opiniones más moderadas y más alejadas de todo extremo, que fuesen comúnmente practicadas por los más sensatos de aquéllos con los que me tocase vivir.

Mi segunda máxima prescribía que debía ser lo más firme y decidido que pudiera en mis acciones y que no debía seguir las opiniones más dudosas, después de haberme

Mi tercera máxima aconsejaba que debía intentar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y modificar mis deseos antes que el orden del mundo.

Finalmente, como conclusión de las reflexiones sobre esta moral, me daba cuenta de que debía realizar un atento examen de todas las ocupaciones que los hombres tienen en esta vida con el fin de intentar escoger la mejor. Y sin desear afirmar nada sobre las ocupaciones de otros, estimaba que no podía hacer nada mejor que continuar ejercitando aquella que tenía; es decir, emplear toda mi vida en cultivar mi razón y avanzar tanto como pudiese en el conocimiento de la verdad, siguiendo el método que me había prescrito.

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